Cuando H.G. Wells escribió su novela sobre la máquina del tiempo, se olvidó mencionar la que tenemos en pleno centro de Barcelona: la Granja Dulcinea.
Recuerdo como siendo un tierno infante, con las orejas congeladas y la nariz en modo estalagmita, sus taza de xocolata amb melindros era el punto de mayor felicidad de los paseos del sábado por la tarde. Ha pasado el tiempo e incluso nos han robado el verdadero frio invernal (o eso parece) y sin embargo, cuando entro y zambullo el melindro en el chocolate (ahora me lo pido en modo suizo, con nata montada) me transmuto en Marty McFly.
No diga Delorean, diga Dulcinea y póngame otro chocolate, Doc.
Ohhhhhhhhhh i amb una ensaimada quina xocolata més bona, queden pocs llocs com aquesta grahja.
ResponEliminaPetons.
Jo vivia al costat, snif, snif... vull una xocolata!!
ResponEliminaQuants records!!
ResponEliminaPocs, pocs... però encara podem trobar perles com aquesta!!
ResponEliminaPTNTS
Dolça