A Tavascan se llega culebreando el fondo del estrecho valle del Cardós que, de tan angosto y alto, en ocasiones parece cortado a hachazos sobre la piedra pirenaica. Es la única carretera que llega hasta el pueblo, persiguiendo el curso atropellado y tumultuoso del Noguera del Cardós. En este agua, recién nacida del deshielo, nadan las truchas de la piscifactoría Tavascan. Estamos a ocho rectilíneos kilómetros de la Occitania francesa, en pleno corazón del Pirineo.
Viajamos en familia y, al cruzar el pequeño puente que da acceso a las instalaciones, tan cierta es la excitación de los niños como delatora la sonrisa adulta. Es la promesa de la pesca segura en jolgorio comunal (francamente, aquí lo difícil sería no pescar nada). La piscifactoría ocupa una península fortificada sobre el río y de sus murallas escapa el agua en chorros devueltos a la corriente tras recorrer las diferentes piscinas, donde las truchas se alimentan y crecen durante aproximadamente seis años.
Podeu llegir la peça sencera i les receptes en aquest link:
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