Ya hacía tiempo que teníamos ganas de visitar Mar de Ardora. Casa que atesora no sólo una cocina sólida y esencial, sino también unas vistas espectaculares sobre la Ría de Corme-Laxe (la ría que nos queda más cerca de casa, por tanto, nuestra ría) y sobre el estuario del río Anllons (el río que pasa rozando nuestra casa, por tanto, nuestro río). Me gusta pensar que era inevitable que el fluir del tiempo nos llevara a comer justo hasta donde también camina nuestro río.
En la cocina Marisol Martinez y en sala Manolo (son pareja). Una sala -y lo digo con cariño- pastelito: colores violetas en las paredes y níveos muebles de blanco radiante. Al ser Navidad, creo que la decoración de fiestas potenció este efecto de casita de muñecas que en ningún caso llega a ser cargante ni molesta. Al contrario, ya digo que a mi me gustó. Buenas mesas, sillas de pata gruesa, manteles finos y vajilla de calidad. Marca impecable en cada pase de los cubiertos, una sala ejemplar.
La cocina de Marisol se corresponde muy bien con lo que comunmente entendemos como cocina de producto. Poca intervención y mucho mimo. Sobre fundamentos graníticos se edifican catedrales y la cocina gallega sabe mucho de eso. Así pues, corresponde al artesano decorar el capitel sin desnaturalizar la columna, y esa es la sensación que tuve al visitar los platos de Mar de Ardora. Para empezar, un poco de queso del país bien ortodoxo: lacticidad subida, ojos menudos, corteza apenas existente y textura blanda y algo pastosa. Y para seguir unas sardinas marinadas -sospecho que en un lecho de sal y azúcar- de carnes prietas y abundantes. Pese a no estar en temporada, la generosidad del mar gallego puede resultar descomunal como pasa con estos ejemplares. Maravillosos.
Aliñados con una vinagreta suave, equilibrada y presentados sobre unos tomates -¿Negro de Santiago, Quiza?- sólo hace falta fijarse en la foto y ver cómo el lomo de la sardina pilchardus aguanta perfectamente el peso de las esferas, una tersura espectacular. Lechuga tipo iceberg también en el plato, que si no recuerdo mal dejé casi entera sin probar Estando en Galicia, con una verdura tan exuberante, pienso que es un detalle que se podría mejorar.
Con los segundos sigue la exibición de producto impecable. Con esta lubina cocinada al punto exacto sobre una columna de patata (esa Kennebec de Bergantiños es de locura, tubérculo maravilloso que tanto cuesta encontrar en Barcelona) y una vinagreta suave con toque de erizo. Bien el pimiento que aporta matiz crocante a una combinación de sabores muy sutil, que mejora al simple chorro de buen aceite sin sobrecargar el plato. Un complemento discreto y eficaz a la natural suculencia del pescado. Bravo.
Y para la chicha, espectacular corte de solomillo de vaca -no recuerdo ahora cuantos días madurado- pedido al punto menos y servido.. al punto menos. No siempre pasa. A pesar de esa cocción tan breve, bien marcado el exterior con dorado goloso, si es snob como servidor, dígale usted Maillard. Lo sirven con una suavísima y delicada salsa de queso, un gran hallazgo por -otra vez- esa capacidad de acompañar y mejorar sin ocultar ninguno de los matices del ingrediente principal. Y patatas fritas, fritas patatas de esas de Kennebec y Bergantiños. Que les voy a contar. Maravilloso paso tierno y alegre tuvo por nuestro paladar.
Buen vino PX de Toro Albalá para los postres, no suelo destacar mucho los vinos porque no tengo conocimientos profundos del tema. Pero este nos gusta mucho, la verdad.
Buen helado de turrón sobre sopa de iogurt -muy cremosa y nada ácida, otra vez un resultado espectacular- y pasas. Exactamente lo que promete: sabores cálidos a bocados frescos.
Y uno de los postres emblema de la casa, un tremendo plato que parece razonable compartir -nosotros no somos gente razonable, parece...- con natillas, brownie y helado de chocolate.
Mar de Ardora
Revoltas, 15115
A Coruña
https://www.mardeardora.com/
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