La cocina de Xune Andrade continúa siendo una de las mejores cosas que a uno le pueden pasar en vacaciones. Iba a poner en la vida, pero luego me queda el habitual texto hipertrofiado. Así que lo dejo en vacaciones y añado algunas razones para empezar: por la cocina, por el trato, por la intención y por el lugar.
Monte San Feliz, el pequeño restaurante en el pequeño pueblo, es donde el cocinero y su equipo procuran "simplemente cocinar rico, no pretendemos nada más". Nos lo dice Xune justo tras degustar cuatro platos que me parecen la mejor secuencia que he masticado en lo que llevo de siglo XXI.
La ostra-tomate, la berenjena asada, la lubina con berza y beurre-blanc de sidra y el salmón a la brasa con jugo de patatas y costillas. No pretendemos inventar, sólo dar bien de comer nos dice. Pero Xune, que me estás contandoooo!!
El paisaje desde el parking del coche, situado fuera del pueblo y a (literalmente) 1 casa de distancia del restaurante.
Monte es un punto singular del espacio-tiempo gastronómico donde confluyen la naturalidad extrema (en la cocina, en la forma de recibir, en la forma de recomendar), el entorno de media montaña (el restaurante está abierto en canal a la contemplación del monte asturiano, Xune se encarga de que lo encuentres también en el plato) y una cuidada selección de productos y materias primas que demuestran extrema sensibilidad y gusto (desde la mantequilla -entrante imprescindible junto al chorizo de caza- hasta la última libación con sidra de hielo, obviamente asturiana).
Todo resulta cálido, todo resulta cercano.
Y lo dice un catalán que se desvió 300 km de su ruta sólo para poder volver a disfrutar de Monte y su encanto. Cada centímetro de esos 3.000.000 de cm estuvo muy bien empleado. Monte y Xune en los próximos años serán un referente en la cocina del país. A algunos les parecerá una boutade evidente (los que ya le conocen). A otros una idea prepotente, digna del que -ciertamente- nada sabe. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Pocas apuestas hemos encontrado tan radicalmente locales, golosas, sencillas y elegantes. Hace un par de años, la primera vez que estuvimos en Monte hubo un error de la empresa de reservas online. Terror en el ultramarinos, horror en el hipermercado. Viajamos desde Barcelona y nos encontramos sin poder cenar porque a pesar de la confirmación online, era el día de descanso semanal. Xune, que no nos conocía de nada por aquel entonces, se preocupó generosamente de acogernos al día siguiente. A pesar de que tenía el restaurante cerrado para un evento privado buscó la manera y fuimos felices durante un buen rato. Si esto no es vocación de servicio, yo ya no sé. Y encima cocina como los ángeles.
Hicimos el menú largo, Ruta por el monte, dale gas. Un poco de Monte es mucho, pero un todo de Monte es más.
A destacar la filosofía de proximidad, con productores que tanto Xune como su equipo nombran al acercar los platos a la mesa. Por cierto, en sala nos encontramos con una catalana -Delia, del Maresme, al ladito de casa- que nos atendió como se atiende en esta casa: con alegría, complicidad y un punto de proximidad cero invasiva. Por lo demás la sala físicamente sigue siendo igual de cálida y cómoda. Con detalles como la ramita de romero que perfuma la carta, la cocina parcialmente vista (la nevera ya no enseña impúdicamente sus interiores) y una barrita que le da un toque muy informal. Bravo.
Excelente cucurucho de steak tartar de xata roxa. Vaca de montaña asturiana, de carne jugosa y muy tierna que venía suavemente condimentada y acompañada por una deliciosa mousse de maíz ahumado. Una combinación que resultó aún mejor de lo que mi ya imaginación aventuraba antes del mordisco.
Croquetas cremosísimas de picadillo de matanza. Hechas con leche de oveja, que dan un plus de sabor aunque no sean en general demasiado lácticas. Muy muy ricas, otro clásico del local.
Bocado sorprendente de ensaladilla de trucha asturiana y piparras. ¿Te gusta la ensaladilla cremosa? Pues aquí Xune lo lleva al extremo y te la presenta ya en formato crema junto con el pescado y los contrastes ácidos de la piparra y el crujiente de la base. Se hizo corto, la verdad.
Los sabores del pote de forma divertida, evocadora y en un formato un puntito sofisticado. Se come con unas pinzas (opcional) porque da pena comerlo cortándolo con cubiertos y perder la sensualidad del pinzar la comida y echarla directamente al papo.
En esta ocasión a mi la textura del fruto seco me pareció que aportaba sensaciones algo arenosas. Aunque Xune me confirmó que precisamente encontrar la avellana así en la boca es una intención y algo buscado del plato. En todo caso, un detalle que es puramente personal. Platazo.
En estos paseos recoge plantas silvestres y alguno de los hinojos y anisados terminan en este plato de una golosidad brutal. La holandesa está perfecta, es que me bañaría en ella. Mira la foto. Es sensacional.
Y en este caso Xune prepara un bizcocho completamente jugoso y con un aroma sensacional a monte. La crema del fondo es amor a cucharadas. El plato es amor a cucharadas. Uno de esos amores obsesivos, posesivos, cremosos, ... un amor concupiscente. Un postre sexy, vaya.
Tomamos los cafés (muy bien preparados, cremosos, buena temperatura, intensos y nada quemados) con estas mignardises. A destacar la trufa 'japo' con té matcha y chocolate blanco. A ver, no es muy asturiana la combinación, pero el resultado es bárbaro.
Poco más que añadir, lo pasamos bárbaro. Gracias Xune y equipo por los espléndidos momentazos.
1 comentari:
¡Qué pintaza tienen estos platos!
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